Si hay una fiesta que ha aumentado el reconocimiento internacional de Haro es la batalla del vino, que se celebra todos los años durante la mañana del 29 de junio, festividad de San Pedro. Ese día el vino no solo se bebe sino que también se vive ¡y se lanza! Y es una de las 35 fiestas declaradas como de interés turístico nacional en España.
La Batalla del Vino de Haro no es una fiesta cualquiera. Es una celebración ancestral, declarada de Interés Turístico Nacional, que fusiona lo mejor del espíritu riojano: la alegría contagiosa, la devoción por el vino y el amor por sus raíces. Cada año, al despuntar el alba del día de San Pedro, miles de personas —locales y visitantes— se visten de blanco con pañuelos rojos al cuello, se arman con botas, garrafas, pistolas de agua o cubos, y marchan hacia los Riscos de Bilibio, un paraje natural a escasos kilómetros del casco urbano.
Allí, al pie de los riscos y frente a la ermita de San Felices de Bilibio —patrón de Haro—, da comienzo el ritual. ¿Y en qué consiste? Pues ni más ni menos que en bañarse en vino. Sí, has leído bien. Durante horas, los participantes se lanzan litros y litros de vino unos a otros, sin tregua, sin importar el color del pelo o la blancura de la ropa, con la única intención de empaparse (literalmente) de la esencia jarrera: el vino y la alegría compartida.
La historia de la Batalla del Vino se remonta siglos atrás. Algunos dicen que comenzó como una peregrinación al lugar donde San Felices vivió y fue enterrado. Con el paso del tiempo, a la tradición religiosa se le sumó el componente festivo. Lo que empezó como un pequeño brindis entre amigos acabó convirtiéndose en una auténtica “guerra” de vino que hoy atrae a visitantes de todo el mundo.
Los jarreros (como se conoce a los habitantes de Haro) han sabido conservar la esencia de esta fiesta mientras la abrían al mundo, demostrando que las tradiciones pueden evolucionar sin perder su alma. La organización es impecable, y el ambiente, sencillamente inolvidable. Aquí no hay vencedores ni vencidos, solo gente feliz, empapada de tinto y sonriendo de oreja a oreja.
Pero Haro no se queda ahí. Tras la batalla, la fiesta continúa en el casco antiguo del pueblo con pasacalles, verbenas, comidas populares y, cómo no, mucho vino de las prestigiosas bodegas que hacen de Haro uno de los epicentros enoturísticos de Europa. Porque sí, Haro es también sinónimo de barricas, calados centenarios y vinos con nombre propio.
En el corazón de su Barrio de la Estación se concentra la mayor densidad de bodegas centenarias del mundo. Vivir la Batalla del Vino y luego pasear entre esos templos del vino es como viajar en el tiempo entre aromas, toneles y saberes transmitidos de generación en generación.
Si nunca has estado en la Batalla del Vino, lo mejor que puedes hacer es prepararte… pero no solo con ropa blanca vieja que no te importe manchar. Prepárate también para vivir uno de los días más divertidos y surrealistas de tu vida. Porque en Haro, ese 29 de junio, el vino no se cata: se lanza al aire con entusiasmo, se comparte con desconocidos y se convierte en una risa teñida de granate.
En un mundo donde a veces olvidamos cómo disfrutar sin filtros, Haro nos recuerda con esta fiesta que la vida también está hecha de momentos absurdos, de mancharse, de reír a carcajadas y de brindar con el alma. Así que ya lo sabes: si quieres entender lo que significa el vino para Haro, no basta con probarlo… tienes que vivirlo. Y no hay mejor forma que en su Batalla del Vino.